Las Landas

En busca del lado más salvaje y desconocido de Francia

Cada viaje es especial por algo: por el motivo del viaje, por las personas que te acompañan, por el destino elegido, por las anécdotas y aventuras que vives, etc. pero sólo algunos de ellos son inolvidables por todo ¡como ocurrió en este por la Costa Atlántica francesa!

Fuimos en verano del 2020. Después de estar encerrados por la pandemia, la idea de encontrar un destino cercano donde sentir la libertad, sin masificación en pleno julio y que no conociésemos era lo más parecido a encontrar el paraíso…¡y vaya si lo hicimos! Las Landas cumplía con todos esos requisitos y además nos fue dando mil razones más para que dejase una huella inolvidable en todos nosotros.

Se apuntaron a la aventura mi hermana, mi cuñada y Lola, su adorable perrita, así que fueron mis primeras vacaciones con mascota. Lejos de dificultar la elección de alojamiento como ocurre en otros lugares, Las Landas es un destino dog-friendly que ofrece muchas alternativas para viajar con ellos, sobre todo en casas rurales y en campings. Nosotros elegimos un camping familiar y estuvimos a las mil maravillas en una cabaña junto a un precioso lago. En el porche desayunábamos mientras planeábamos lo que íbamos a hacer y cenábamos comentando las mejores jugadas del día porque ¡madre mía…, cuánto nos reímos en este viaje! Como decía mi hija, es lo bueno de viajar con las tías más locas de la familia.

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Las Landas no es un destino de grandes ciudades ni monumentos históricos ¡pero ahí está su encanto! Antiguamente, era una zona pantanosa y prácticamente deshabitada hasta que en el siglo XIX, Napoleón mandó la plantación masiva de pinos, creando lo que hoy es el bosque artificial más grande de Europa.  Recuerdo ser consciente de la belleza y la inmensidad de las Landas desde lo alto de la duna de Pilat, donde dos mares gigantes, uno azul y otro verde invadían todo y nos dejaban sin aliento ¡hasta Lola alucinaba! Sólo por lo que disfrutamos allí, ya mereció la pena el viaje.

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Sin la presión de tener que visitar muchos sitios concretos, aprovechábamos las mañanas para hacer alguna rutilla de senderismo o ir a la playa. Si queréis, os podéis olvidar del coche porque, desde los propios camping, salen muchos carriles bici bien señalizados que atraviesan el bosque y conectan con las playas. ¡Tampoco esperéis muchos paseos marítimos o chiringuitos de playa! En general, cuando acaban los pinos, hay dunas que actúan como barrera natural frente al océano y que hay que cruzan a través de unas pasarelas de madera. Cuando llegas al otro lado…¡buah, es impresionante! Los rugidos del mar te avisan de que no estás en el Mediterráneo. Son playas kilométricas, salvajes, auténticas. 

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Se forman unas olas perfectas para la práctica de deportes como el surf o el bodyboard aunque hay que tener precaución por las corrientes. En las playas más populares hay socorristas y servicios como duchas o baños, pero también os encontraréis otras en las que ni siquiera hay vigilancia. Por eso, muchas familias prefieren aprovechar los lagos para refrescarse y sentirse más seguros con los peques pero nosotros lo pasamos genial saltando olas, probando las tablas de bodyboard cerca de la orilla, jugando a las palas y coleccionando atardeceres inolvidables.

Fue toda una experiencia pasear entre los restos del muro que los nazis construyeron durante la Segunda Guerra Mundial. Esparcidos por la arena, grandes moles de cemento nos recuerdan el pasado oscuro de nuestra historia pero hoy se han trasformado y son un lugar lleno de vida, de color y de luz.

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También tuvimos tiempo de visitar pueblos encantadores, todos ellos con un aire relajado y familiar que nos hacían sentir súper a gusto. Pasear por sus calles, acercarnos a sus faros, curiosear en los mercados o darnos un capricho con su deliciosa (y cara) gastronomía se convirtió en parte de nuestra rutina, disfrutando cada instante sin prisas.

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Nuestros días por Las Landas tuvieron como protagonista absoluta a la naturaleza. En todo el viaje nos acompañó el aroma de los pinos, el sonido del mar, la fuerza del viento, el sabor a sal y la magia de unos atardeceres que todavía me emocionan. Y entre medias nosotros, jugando, riendo, compartiendo…¡que no os engañen! No hace falta más para tener un viaje de lujo. 

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¿Quieres vivir tu propia aventura en Las Landas sin preocuparte de buscar alojamiento, decidir qué playas y pueblos visitar o cuáles son los mejores planes para ti y los tuyos? Contacta conmigo, cuéntame tu idea de viaje y la haré realidad con Mi tiempo en tu maleta.

Tu único trabajo será disfrutar, porque un viaje sin estrés, pensado solo para ti, también es un auténtico lujo ¿no te parece?